lunes, 2 de agosto de 2010

"Corregir y dar de nuevo"

“Corregir y dar de nuevo”

Revista Ñ sábado 16 enero 2010

Ya sabemos: el poder de la lectura se encuentra en su capacidad para abrir el texto, desenvolverlo, hacerlo propio. Es el lector quien interpreta y da sentido. Pero sería necio no admitir que cuando el texto se convierte en libro, cuando ya no puede ser modificado por su autor, algo se clausura. Por eso, la importancia de ese momento en el cual el escritor se coloca frente a lo ya escrito antes de llevarlo a la imprenta. Sin caer en dramatismos, pero teniendo en cuenta que luego, y hasta nuevas ediciones –si las hay será demasiado tarde.El riesgo es corregir demasiado quitándole al cuento, la novela o el poema esas impurezas que muchas veces tienen que ver con lo verdadero: "No pienso la revisión o la corrección como una promesa de adecentamiento o emprolijamiento del texto", dice Sergio Chejfec, "sino como un bastión de arbitrariedad. Creo que toda escritura predica lo incompleto, lo esquivo y lo que pierde forma, también predica todo lo erróneo pero cierto que tenemos alrededor; por lo tanto, la corrección, pensada como parte de la escritura, debe proponer la misma imperfección de todo lo construido o artificial y no buscar ocultarlo". La primera vez que fui a un taller literario tendría unos diecisiete, dieciocho años", cuenta Samanta Schweblin. "El tallerista era un escritor que apenas nos doblaba en edad y corregía los textos con una lapicera roja, al mismo tiempo que los leía en voz alta, para todos. Cuando leyó mi texto se detuvo a mitad de la primera hoja, con un gesto de reprobación. Pensé que, tal como había ocurrido con otros alumnos, me haría algún comentario, bueno o malo. Sentí que estaba preparada para todo. Pero él miró su lapicera, se estiró hasta el escritorio, la cambió por un grueso marcador de pizarra rojo y, con toda la meticulosidad del mundo, dibujó una cruz gigante sobre cada una de las tres páginas de mi cuento. 'Vas a tener que empezar de nuevo', me dijo". Parece imposible que ni siquiera se salvara una frase, una palabra, una línea... quizás habría que haber tamizado la lectura del vehemente coordinador con la de alguno de los asistentes del taller, como para salir de dudas. Parafraseando al pragmático Stephen King –él mismo tiene un sistema de corrección según el cual debe disminuirse progresivamente el número de palabras de versión en versión– siempre se trata de valoraciones subjetivas. Cuando coinciden cuatro o más lectores, según King, habría que correr a corregirlo todo.Con el paso del tiempo, esos grupos de taller pueden transformarse en grupos de pares, con los que se debaten textos en proceso. Gruss así recuerda esta etapa: "El taller de Mario Jorge De Lellis fue mi cimiento. Eramos crueles. En general, se contestaba con el texto de algún grande, se leía mucho. En particular, lo menos que nos decíamos era 'lindo'. A mí me han hecho pasar pruebas durísimas, como el no incluirme en una antología porque 'todavía no estaba para eso'; y tenían razón. Lo acaté y agradecí. En las reuniones de El escarabajo de oro, aprendí por qué un texto es bueno o no. Se fundamentaba todo. El que no leía era eyectado del grupo". Más tarde quizás, se recurra a algún escritor admirado para una "clínica de obra". Muchas veces será la autoridad del nombre detrás del escritor lo que funcione. El lugar que ocupe este lector autorizado dentro del campo literario puede ser algo que no tenga importancia para los más experimentados, pero para el que recién comienza, no es poca cosa. Cualquiera que visite el blog de Gustavo Nielsen, por ejemplo, puede leer la larga transcripción de una charla con Fogwill, allá por el 93, en la que el autorCorrige –frase a frase– un cuento del, entonces, inédito Nielsen. Más allá de la anécdota, hacer pública esta intervención implica que algo se juega en ese intercambio.Otra cuestión, es la del género literario. "En un cuento", dice Schweblin, "una palabra de más, una coma mal elegida, es como un adoquín en medio de la ruta, uno avanza a cien kilómetros por hora, y no es que al esquivarlo no haya chance de sobrevivir, pero sería mucho mejor que no hubiera estado ahí". Claro, una cosa será corregir un cuento en su concepción más clásica, ese engranaje casi de relojería, otra una novela y otras, atender a las demandas de la poesía: "la narrativa pide más culo en silla"Quizá tenga que ver con el lugar en el que cada uno ponga el acento: la frase, la palabra, la cadencia pero también la trama, el argumento, los personajes, el género que se aborde. Lo interesante será que la manera de corregir lleve consigo una reflexión sobre el lenguaje y la propia práctica.Es más fácil corregir un texto que cualquiera de las cagadas que uno fue cometiendo en la vida, especialmente la de publicar y creérsela."

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